Si pudieras diseñar la habitación perfecta para leer y escribir, ¿cómo sería?

Njour. Egun on.
El reloj de pared sigue contando los segundos, como si le fuera la vida en ello. Pausado. Sin prisa. Constante. Soñador. Y a veces pendenciero. No hablo del reloj. Hablo del tiempo. Leo con fruición que no le gusta el silencio. Prefiere el estruendo amostazado del bullicio de la estación en la hora cumbre. Ese runrún obtuso que tu cerebro se empeña en amortiguar con recuerdos musicales de una ballena cantando en medio del océano de las especias, justo detrás de Plutón en el firmamento.
He decidido que necesito un taller, una cocina y un invernadero en un sólo espacio. Con tranquilidad para poder encender el horno de leña para la calefacción, y hacerte una pizza fina como el papel transparente. Un par o tres de chaises longues. Para ver los atardeceres de reojo tramposo. O la nieve desde un trampolín, mientras me deleito con las letras que juntaste en un bello nuevo amanecer. Tal vez me tatué, en el brazo, ese dibujo tuyo…
Feliz día y abrazote.


Ongi Etorri