¿Cómo sería tu vida sin música?

Bitácora.
Juernes al mediodía.
Acabo de percatarme de que si estiro la respiración, haciéndola pasar primero por los vericuetos de mi caja craneal, aplastando los ojos hasta que chirrien, rozando los intersticios de las pestañas… Me rasco las pupilas, en «pas à deux»… Froto lentamente la calva salpicada de arañazos… Toco las orejas en un cubo de castañuelas y muletas en la carretera… Invento el mugir de los frenos de un camión de heno, bajando a pasitos las montañas, el vértigo…
Y abro los pulmones en gotas de rojo carmín, punteado del pájaro carpintero… Añado un pespunte de negro azabache, del quemar nubes de atardecer. De llenar la nariz del olor de la lluvia. Una enorme bruma de grises azulados, sacuden los remos. anunciando la tormenta. El aguacero se aclara la garganta. Escupe un chasquido de mástiles.El mugido del vendaval rompe el pecho, el techo. Un crecendo en desbandada de graznidos. Las gaviotas se ríen de cualquiera. Y de cualquier cosa se hacen unos silencios eternos, engullidos en décimas de segundos. Siglos de aire, resumidos en un silbido.
Dónde se ha escondido el arrastrar de las suelas de madera de mis zuecos? Hay cubículos prohibidos por su resonancia, casi de fandango. El paso acelerado de las ciervas huyendo, rompiendo los matorrales a la carrera…
El silbido del aire en un fruncir de ojos. Memento giróvago de urracas danzantes en la letanía de una lluvia fina…
Cuál era la pregunta?
Ravel confesó:
¿Mi obra maestra? El Bolero, ¡por supuesto! Por desgracia, está vacío de música.
Y seguimos tarareando volcanes, mientras acompasamos la cadera y la punta del pie.
Será que no la necesitamos.


Ongi Etorri