Njour. Egun on.
A estas horas del día, cuando me levanto a beber un trago de agua helada, sea invierno o verano, lo que más valoro es el silencio. Y la sensación de frío que barre la entrada del cerebro, también.
No sé cómo explicarlo. Está lleno. No es el vacío. Tiene el motor de la nevera al apagarse. Click. El respirar ajetreado, a la carrera, soso o silencioso del Seigneur Gomi. O claqué de sus uñas, acompañando mi respiración, para que yo sea consciente de que vigila por mi.
Pues las moscas se le escapan dirás. Y a ti más. En que te metes? Ñañoso!
Alguna pesadilla sin forma, saca algún gemido inquieto. Desasosegado. Manoseado.
Un coche baja la calle, hacia el valle. A veces silencioso estruendo de prisa. O pasando cabizbajo y pensativo.
Los pasos afelpados van con el felino andar, que me lleva al vacío de las sábanas.
Un par de moscas inician un atribulado tributo a si mismas, en giros de jirones siseando en clavos la obsesa obscuridad. Nunca conocí una Oswalda. Ni Oswaldo.
Me rasco la cabeza, y el cere