Ciertamente, cuando el tiempo comienza a enfriarse, y los dias se resfrían con mirarlos. Cuando ya sabes que posiblemente mañana amanecerá un manto de nieve, silenciando los pasos crujientes, pilpileando el viento susurrante, que se pelea consigo mismo cada vez que decide ganar la imprudencia de soplar este camino de la derecha. Ves como la linea del horizonte de las paralelas desaparece y reverbera.

A veces. Sólo a veces. El viento aúlla de terror. Y no hace falta que llegue la noche. Alguna risa casi maligna e infantil, azuzará el corretear de los lobos. Hasta ellos callan. Y un gruñido majestuoso aburrido, marcará el paso de la osa mayor de la montaña. Rebuscando grosellas y castañas, va olisqueando la ruta de la gruta de la fruta pasada.

Mientras, los venados acaban de perder sus astas, y se esconden. Y los jabalíes van zigzagueantes. Jugando a la cabriola. Al mus y al tute sólo al anochecer.

Algunos te hablarán de los trasgos, que sólo son solitarios personajes. Paran el camino, por no dejar delatores pasos. Suben a los altos, y ahuman quesos y carnes. Miran con los ojos entrecerrados. Y ellos llevan arbustos de pelo en las mejillas. Siempre buscan los puertos. Los de montaña para saber quién viene. Los de mar, para buscar un refugio lejano. Para buscar la paz.